Wednesday, May 19, 2004

Cuento bíblico: Zaqueo


«¿Qué ruido podría ser ese? ¿A qué se debía semejante alboroto?», pensó. Zaqueo no podía concentrarse en las cuentas que hacía para saber todo el dinero que llevaba recaudado en el día. Salió por las puertas de su casa y alcanzó a preguntarle a un muchacho: -¿Qué está pasando?-, y el chico casi sin aliento (pero sin dejar de correr hacia la multitud) le gritó: - ¡¡¡Llegó Jesús!!! -.
Se quedó inmóvil, pero su cabeza estaba repleta de pensamientos y dudas... «¿Pasará tan cerca de casa?, ¿Será cierto eso que dijo, de que sería difícil para un hombre rico entrar en el cielo? Yo soy rico... ¿Qué hago? ¿Me mezclo en la multitud con el resto del pueblo? Pero... soy muy bajo... no lo voy a poder ver... ¡Hay un árbol en el camino que sigue Jesús!, pero... ¡¡¡es una locura!!!, ¿Subirse a un árbol para ver a un profeta? ¿Será correcto?»
Mientras que en el cerebro de Zaqueo, las neuronas se chocaban entre sí, la multitud que rodeaba a Jesús iba creciendo cada vez más.
De pronto, ni lo dice la Biblia, ni creo que Zaqueo se haya enterado, pero sus piernas corrieron como hacía tiempo no lo hacían. Sus brazos abrazaron una rama, y otra, y otra; hasta que dejó de cuestionarse si estaba bien o mal, sólo le interesaba verlo aunque sea para saber por qué hablaba tanto la gente de Él.
Lo veía acercarse con la gente alrededor. Jesús no parecía darse cuenta de que Zaqueo lo estaba mirando escondido en una rama bien alto.
Cuando llegó al árbol, justo debajo de Zaqueo, Jesús se detuvo. Pero... no sólo se quedó quieto, sino que dejó de enseñar. Hasta el ciego que había sanado hacía un rato pudo retener su algarabía y guardó silencio.
Zaqueo se empezó a poner nervioso, y muy colorado.
Jesús levantó la vista y lo miró directo a los ojos, diciéndole como si fueran viejos amigos: - Bajá Zaqueo, ¡apurate!, que hoy es necesario que pase por tu casa-.
Desde que Jesús le habló, hasta que entraron en la casa, Zaqueo no recuerda nada... Sólo sabe que a partir de ese momento, su vida es distinta, ya no le importa su estatura, ¡ni a Dios le importó!, y ahora hace las cuentas mejor que antes, ayudando a la gente necesitada.
El amor de Dios te puede cambiar la vida de golpe, aunque estés como Zaqueo subido a algún árbol...

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